EL QUE MIDE EL TIEMPO DE LOS PEATONES EN JAPóN NO TIENE PRISA
- Miguelitor

- hace 1 día
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Yo suelo cruzar la calle por donde se me pone la punta del peine.
Es lo que hay cuando naces en un pueblo,
en una época en la que el único tráfico era el ovino.
Quitarse los viejos vicios siempre es complicado.
Y los pasos de peatones, los veo… pero no los uso.
En el año 2015 me fui a Tokio a conocer a tres fotógrafos japoneses.
Tokio es más grande que donde vives tú.
Vivas donde vivas, pongo los huevos en el fuego.
Y mira que es grande, pero siempre te encuentras a algún español dando la nota.
Y me lo encontré.
No sé cómo se llamaba el tipo.
La mujer, sí: se llamaba Elvira.
Estábamos en un paso de peatones.
Una mujer mayor con un perro diminuto.
Dos orientales trajeados.
Mi mujer, que es china.
Tres fotógrafos japoneses.
Yo, que soy de mi pueblo.
Y dos occidentales: un hombre y una mujer.
Por el calzado del señor —unas J’hayber—,
me dio en la grandísima nariz que eran españoles.
Solo lo intuí, ya ves tú.
El caso es que no pasaba ni un coche,
pero el muñequito del semáforo estaba en rojo para los peatones.
Yo soy de cruzar,
pero allá donde fueres, haz lo que vieres.
Así que ahí me quedé, esperando impaciente
a que el muñequito cambiara a verde esperanza.
El que mide el tiempo de los peatones en Japón no tiene prisa.
El semáforo tardaba en cambiar más que una promesa electoral,
y allí había menos tráfico que en mi pueblo a principios de los ochenta.
Nada.
Hasta que al del calzado J’hayber se le hincharon las pelotas:
—¡Vamos, Elvira! ¡Crucemos, que estamos haciendo el gilipollas!
Lo dijo en un perfecto castellano.
Y cruzaron.
Con dos cojones.
Como buenos ibéricos.
Y ahí nos quedamos:
la mujer mayor con su perro pequeño,
los dos orientales trajeados,
mi mujer que es china,
los tres fotógrafos japoneses,
y yo,
que soy de mi pueblo…
y también ibérico.







Te voy a decir la verdad. Yo era como tú, un poco de pueblo. Pero cuando tuve a mis hijas, tuve que predicar con el ejemplo . Y ahora...rara vez cruzo en rojo.
Por cierto, ¡un clásico las J'hayber!
Madre mía, macho… leyéndote he sentido que estaba allí, en medio de Tokio, rodeado de orientales, J’hayber patrióticas y un muñequito rojo más tozudo que un burro con raíces.
Eso sí, me quedo con la lección: podrás haber nacido en un pueblo donde las ovejas tenían preferencia vial, podrás haberte cruzado medio mundo para ver fotógrafos japoneses… pero si hay un español cerca, da igual dónde estés, la vergüenza ajena siempre encuentra camino.
Y tú ahí, quieto, esperando el verde, como un campeón… hasta que el paisano soltó el mítico “¡Vamos, Elvira!”, que es básicamente el “Abracadabra” español para que empiece el caos.
Lo dicho: mucho Japón, mucho orden, mucho silencio… pero al final somos ibéricos. Tú, yo, y aquel señor…
Chapeau
Cómo me gusta leerte!