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Yo Nací para Golpear, no para Soplar

Actualizado: 29 sept

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Si volviera a nacer, que mi madre me apunte a la OJE.

Pero no de soplacornetas.

Yo, tocatambores.


El soplacornetas es un esclavo.

No ríe. No saluda.

Tiene la cara deformada por la presión, los mofletes dados de sí y los pulmones en un puño.

Es un puto autómata.


Pero el tocatambores... joder.

El tocatambores tiene las manos ocupadas, pero el alma libre.

Marca el puto ritmo del mundo.

Puede reírse. Puede saludar con la cabeza.

Puede guiñarle un ojo a la majorette del pelo rizado. Esa que vivía en el Prao y que sabía que la estabas mirando.


Esa era la puta fantasía. El plan perfecto.

Pero la vida es una hija de puta que no te pregunta qué quieres ser.

Te da lo que le sale de los cojones.

Tú quieres el tambor, el ritmo, el guiño.

Y la vida te planta una corneta en la boca y te ordena: SOPLA.


Lo sé por experiencia.

La puta mili.

Ahí me dieron una corneta. Soplé.

Al quinto soplido, tenía el aliento de mis propios cojones rebotándome en la cara.

Y lo vi claro.

Yo no nací para ahogarme en mi propio aire.


Esta es la puta elección. En todo.

O eres el soplacornetas, el esclavo con la cara hinchada que sigue una melodía que no es la suya.

O eres el tocatambores.


El que siente la vibración en el pecho.

El que conecta.

El que puede descojonarse en mitad del puto desfile y, en lugar de cagarla, hace que el ritmo se vuelva más humano.


Yo ya elegí hace mucho.

Yo soy tocatambores.



 
 
 

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