YO FUI ACTOR PORNO

El olor a muerte se te pega a la piel.

A vísceras tibias. Higaditos.

Ese era mi puto perfume.

Año 98. 22 palos.

Y yo partía pollos para vivir.

Quería salir de ese puto infierno de gallinas.

Dejar de sentirme un puto despojo más en la cadena de montaje.

Leer rápido.

Era lo único que no hacía como el culo.

Así que le eché cojones.

Actor de doblaje.

Sonaba a puta gloria. A dignidad.

Catorce mil pesetas al mes. Calle Aranjuez, Madrid.

Mi billete de salida.

Creí que con leer valía.

Y UNA MIERDA.

Tenía la misma puta gracia que una viga de hormigón.

Mi voz solo servía para pedir la vez en la carnicería. O para gritar como Tarzán.

Un puto desastre.

Al principio frases cortas

diálogos rápidos

voz en off

Y entonces...,

llegó el porno.

La sala a oscuras. Los cascos. Y ella al lado.

Tan cerca que podía oler su champú y ella mis ideas

Mismo micrófono

su aliento en mi mejilla

En la pantalla, tipos con herramientas que me hacían dudar de la mía

y chavalas que se doblaban como un puto compás.

Y yo tenía que sonar excitado.

Estaba acomplejado

Al principio, vergüenza.

Pura.

Mi voz sonaba a funcionario pidiendo un café.

Pero a los cinco minutos...

El calor.

La polla se te pone como un puto cerrojo.

Y te la suda todo.

Ahí no se leía.

Ahí se improvisaba.

Ahí se soltaban las burradas que piensas pero nunca dices.

Y para las burradas, el de pueblo, el pollero, era un puto catedrático.

EL PUTO NÚMERO UNO.

Un mes duró la fiesta.

Un mes de orgasmos fingidos y pollas como brazos de gitano.

Después, dibujos animados.

La Bella y la Bestia ya no era lo mismo

el aliento de mi compañera no me olía a polvo

sino a polvorón.

No funcionó.

No soy actor.

Volví al gallinero.

A mi olor. A la verdad.

Donde no veía pollas.

Veía pollos.