Un par de hostias bien dadas no te convierten en boxeador
- Miguelitor

- 5 oct
- 2 Min. de lectura

Un par de hostias bien dadas no te convierten en boxeador.
La constancia no es bonita.
Es una puta enfermedad.
Una obsesión de enfermo mental.
No es levantarte cada día con ganas.
Es levantarte cada día ODIÁNDOTE por no ser suficiente.
Es el puto asco que te das a ti mismo lo que te empuja a salir de la cama.
El talento es un regalo.
La constancia es una puta condena que te impones a ti mismo.
Ese maestro de judo no era un sabio.
Era un puto sádico.
Un tirano que disfrutaba viéndonos arrastrarnos por el tatami, con el cuerpo roto y el alma por los suelos.
Su frase, "El sol ha salido, hoy se hace judo", no era una puta metáfora.
Era una amenaza.
Significaba: "Me la suda si estás jodido, si tu novia te ha dejado, si se ha muerto tu puto perro. El mundo sigue girando y tú vas a sangrar aquí. Hoy. Como ayer. Como mañana".
Judo
No nos enseñaba a ganar.
Nos enseñaba a ODIAR la derrota más que a nuestra propia vida.
La constancia te vacía.
Te convierte en un puto autómata del dolor.
Te aísla.
Mientras los demás viven, tú repites.
Una y otra y otra vez.
Hasta que la repetición borra tu nombre, tus gustos, tus putos sueños.
Solo queda el gesto. El golpe. La cicatriz.
No se trata de dar hostias todos los días.
Se trata de RECIBIRLAS.
Y levantarte.
No por valiente.
Sino por puro rencor. Por la rabia de negarle al mundo el placer de verte caer.
La constancia no te hace mejor persona.
Te hace un puto animal peligroso.
Te hace el último cabrón que queda en pie cuando todos los demás han abandonado.
El que busca ser feliz no lo va a entender.
Pero el hijo de puta que intente quitarte lo que es tuyo, sí.
Y te tendrá miedo.
Sé constante







Comentarios