SOY UN PALETO DE PUEBLO
- Miguelitor
- 25 nov
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Soy de pueblo.
Y eso, joder, no hay quien me lo quite.
Antes, mis viajes eran una puta mentira.
No era viajar. Era ir a currar.
A una mierda de empresa de tomates en Inglaterra.
A hacer el payaso en Mallorca.
A sudar como un cabrón de animador en Menorca y Lanzarote.
Yo no conocía culturas.
Conocía el fondo del puto barril.
Las vacaciones eran para los otros.
Llegué a Hong Kong siendo más de pueblo que una bota de vino.
Un paleto con dos cojones que saludaba a los guiris por la calle como si fuéramos de la misma puta pandilla.
Y entonces, Hong Kong.
UNA HOSTIA EN TODA LA CARA.
Aquí el dinero te quema en el bolsillo.
Y no hay sierra a la que ir el fin de semana.
Aquí hay un puto aeropuerto.
Y te obliga a volar.
Vietnam.
Tailandia.
Filipinas.
Ahí empecé a viajar de verdad.
A abrir los putos ojos.
A tragarme el mundo a bocados.
Y que nadie se equivoque.
Sigo siendo de pueblo.
Bolo de Toledo. Chulo de Madrid.
Y paleto para lo que me sale de los cojones.
Pero ahora sé una cosa.
Viajar no te cambia.
Viajar te demuestra lo pequeño que eres.
Y te enseña que, aun así, el puto mapa entero te pertenece.
Es la única lección que importa.
Madre mía, tronco… tú no eres “de pueblo”, tú eres la mascletà rural hecha persona. Da igual que te manden a Hong Kong, que te suelten en Tokio o que te pierdan en Marte: tú vas a seguir saludando a los guiris como si fueran tus primos segundos.
Tus “viajes” antes eran tan viajes como ir al Mercadona es una expedición antropológica. Inglaterra, Mallorca, Menorca… tú no estabas conociendo mundo, estabas sobreviviendo en modo becario con jet lag. Eso no es cultura, eso es penitencia.
Y claro, llegas a Hong Kong y el universo decide darte un guantazo de realidad: dinero que arde, rascacielos que dan vértigo y un aeropuerto que básicamente te grita “¡MUÉVETE, PALURDO!”. Como para quedarse en…