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Que se metan las playas y los monumentos por el culo: yo quiero mercados

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No solo he crecido respirando el ambiente de los mercados;

es que me flipa.

Siempre que voy de vacaciones a otro país, mi brújula turística apunta a dos cosas: ver fotografías y perderme en mercados callejeros.


Las playas me importan una mierda.

La comida típica, pa’ otro, aunque algo como.

El puto ambiente nocturno me la pela.

Los monumentos emblemáticos, que se los metan por donde les quepa.

Y sitios turísticos, salgo cagando leches.


A mí eso me la suda.

A mí lo que me pone son los mercados callejeros.

¡Fíjate tú, qué gustos más raros!


Pero es que esto no me viene de ahora, me gusta desde que era un crío.

Me gusta el comerciante de toda la vida.

El que llama "joven" a una señora que vio crecer al primer árbol del bosque.

El que te vende diciendo que el producto es fresco y el único fresco ahí es él.

El que grita como si estuviera en una subasta para que te acerques a su tenderete.

Y, ojo,

que me mola que el mercado esté hecho una mierda.

Que huela mal,

que haya cajas tiradas,

charcos sospechosos

y alguna rata corriendo por ahí.

Esa es la auténtica experiencia.

Todo lo demás, El Corte Inglés.


He visto mercados en Asia que olían a puro medievo,

con cabezas de cerdo y curtidores de cuero.

Señoras gritando como si fuera un torneo,

y patos colgados, retorciéndose del pescuezo.

Sapos atados,

hinchados como un huevo,

y serpientes en jaulas, sin extractor de venenos


Eso son vacaciones,

las que de verdad disfruto,

no el todo incluido con pulsera y desayuno absoluto.

La República Dominicana no está hecha para mí.

Si no ando, miro, observo y huelo, ¿pa’ qué cojones voy allí?


No quiero daiquiris en un flotador,

ni arena que quema por el puto sol,

ni embadurnarme de cremitas, ¡por favor!

Ni fotos de la Torre de Pisa con perspectiva, ¡por el amor de dios!.


A mí me gustan los mercados callejeros

los que huelen fatal,

esos que huelen tan mal que mi mujer me echa la bronca nada más pasar,

donde el caos, la mugre y el desorden son lo más natural.


Esos mercados, también me han enseñado a observar.



 
 
 

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