Nunca gocé de tus caderas
- Miguelitor

- 3 nov
- 1 Min. de lectura

Mi edad del pavo no fue una fase.
Fue una puta declaración de guerra que duró treinta años.
No me confundí de píldora.
Me las comí las dos a palo seco, con dos cojones, solo para ver qué coño pasaba.
Una detrás de otra.
Y luego repetí.
Mis confusiones no eran errores.
Eran mi combustible.
Dejé de ser el puto empollón porque ser listo no llenaba gradas.
El silencio de un sobresaliente no se oye.
La carcajada que provocas haciendo el gilipollas, sí.
Y yo necesitaba el ruido.
Necesitaba que me miraran.
Así que me convertí en el payaso. En el que la lía. En el que siempre tiene una anécdota que contar aunque por dentro esté hecho una puta mierda.
Mi vida ha sido eso.
Una colección de confusiones gloriosas.
Un teatro donde yo era el único actor y el único espectador que pagaba la entrada.
Una puta carrera hacia ninguna parte.
Y al final, cuando el telón cae y ya no queda nadie para aplaudir...
Te das cuenta.
De toda la verdad.
De la única puta verdad.
Nunca gocé de tus caderas.
Se me fue la vida en el puto circo.
En el ruido. En las luces. En la siguiente función.
Y lo único que importaba de verdad, se quedó ahí.
Intacto.
Inalcanzable.
Miras atrás.
Ves el desastre. La edad del pavo que se hizo vieja. Las píldoras que te dejaron vacío. Las confusiones que ahora llamas recuerdos.
Y piensas.
Si esto es vivir...
Yo quiero vivirlo dos veces.







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