MI PERRO TENIA UN PAR DE COJONES
- Miguelitor
- hace 3 días
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Tuve un perro que era el puto diablo.
Se llamaba Rom.
Odiaba.
Odiaba el mundo entero.
Odiaba a la gente, a los gatos, a otros perros.
Odiaba las motos, los coches y, sobre todo, los putos trenes.
Solo lo sacaba de noche. O cuando caía el diluvio.
Porque el sol traía gente.
Y la gente era el enemigo.
Vivíamos en Ciempozuelos.
Cuando pasaba el Cercanías, se volvía loco.
Salía disparado a correr junto a la vía, echando espumarajos por la boca.
Quería reventar un tren a mordiscos.
Hay que tenerlos muy gordos para declararle la guerra a un tren.
Mi perro los tenía.
El día de mi 22 cumpleaños.
La casa hasta el culo de gente.
Amigos. Tías. Y unos cuantos de la puta mili.
Uno de ellos, bailaor.
En mitad del patio, se arrancó.
El zapateao, el quejío, la pose.
Un puto espectáculo que nadie había pedido.
Acabó de rodillas.
Una palmada en el muslo.
La cabeza alta, esperando los aplausos.
Pero Rom decidió que el arte se había acabado.
El flamenco no le gustaba.
Así que se lanzó.
La escena se congeló.
El bailaor en el suelo, con los ojos como platos.
Mi perro encima.
Gruñendo.
Enseñándole hasta la última muela.
Las manos que iban a aplaudir se quedaron tiesas en el aire.
El "olé" se murió en la garganta de todos.
Yo quería que me tragase la puta tierra.
Al final no pasó nada.
Solo fue una advertencia.
Una sentencia.
Aquel perro era un cabrón. Un mal bicho.
Pero me dejó una cosa grabada a fuego.
El mundo está lleno de trenes que vienen de frente.
Y solo tienes dos opciones.
O te apartas como una puta nenaza.
O le enseñas los dientes.






