top of page

Manual del perdedor para reventar un apartado de correos.


ree

"Tres chicos a cual más divertido, gracioso y simpático buscan chicas para amistad y lo que surja".


Léelo otra vez. Despacio.


Es el puto Goya de los anuncios de contactos.

La Capilla Sixtina de la desesperación.

La obra maestra del marketing sentimental que parimos tres putos genios a los 23 años.


¿El medio? Una puta revista. Superpop, Vale... no recuerdo el nombre, pero olía a chicle de fresa y a sueños rotos.


Para los milenials: poneros en situación.

Esto era antes de Tinder.

Antes de descartar a un ser humano con el movimiento de un puto pulgar.

Esto era la puta prehistoria. O ligabas en la calle, con dos cojones, o te currabas una mierda así.


Nosotros lo intentamos todo.

Pero ligar se nos daba peor que escribir con la puta mano izquierda.

Alérgicos a comernos un rosco.


Mi diagnóstico: romántico exprés.

Listo para enamorarme en cinco segundos.

Me sonreían y yo ya estaba eligiendo el color de las cortinas.

Un puto caso perdido.


Pero no te confundas.

Nosotros no éramos el público de esa revista.

ÉRAMOS PUNKIS.

O eso nos decíamos entre cigarros de buen aroma y calimocho en un puto bordillo.


La realidad nos daba una hostia diaria: no nos comíamos un colín.

Y se suponía que éramos "divertidos, simpáticos y graciosos".

Algo, jodidamente, fallaba.


Ahora, con 50 putos palos, lo veo claro:

quizá el perfume a calimocho y desesperación no era el mejor reclamo.

Que me acuerde de esto en mis próximas putas vidas.


El caso es que la necesidad apretaba.

Y no solo la de la entrepierna.

Era la necesidad de salir del puto bucle de bordillo y litrona.

Ser punky está de puta madre, pero la rutina es una mierda.

Yo salía de una relación.

Mis colegas tenían la brújula metida en el culo.


Así que lo hicimos.

Escribimos a la puta revista.

Con dos cojones.


Para no dar direcciones, usamos el apartado de correos de mi padre en Ciempozuelos.

Sin decirle una puta mierda, claro.

Punky en casa y en la calle.


Mi rutina era sagrada: repartir pollos y peregrinar a Correos.

Diez días, diez:

una mierda. Cero.


Hasta que un día, el puto milagro.

Veinte cartas. Veinte.

Nos volvimos putos locos.

Las leímos como si fueran el Santo Grial.

Pura morralla, como era de esperar.


Al día siguiente, más.

Y al otro, mucho más.


Llegó el día en que el de Correos, un tipo salao de cojones, me dio las cartas en una puta caja de cartón.

De magdalenas "El Zángano".

Cientos de cartas. CIENTOS.

Mi cara de gilipollas feliz debió ser tan épica que el cabrón se descojonó con alevosía.

Ole sus cojones.

No sé si compró las magdalenas por mis cartas, pero en esa caja me las dio.


El volumen era tan absurdo que creamos un sistema.

Un puto algoritmo.


Éramos osos grizzly en pleno desove del salmón.

No pescan: masacran.

Se ponen exquisitos.

Matan a muchos y solo se comen los que tienen huevas.

Los mejores.

Con dos cojones

Nosotros, igual.


Desarrollamos "El Método Palpación":

Solo abríamos las cartas que, al tacto, tenían foto dentro.

Las que no tenían "bulto", las bautizamos SPAM.

Putos visionarios.


Estuvimos tres meses recibiendo cartas.

Conocimos a un montón de chicas.

Divertidas, simpáticas y graciosas.

Como nosotros.

Y sí,

alguna que era mejor perderla que encontrarla.


No es machismo.

Es la puta ley de los grandes números.

Cuando tiras una red tan grande, pescas de todo:

peces cojonudos, botas viejas y algún puto monstruo del abismo.


Y que conste, seguro que ellas pensaron lo mismo de los tres punkis de calimocho, dedos amarillos y ojos del buen fumao.


Gracias a aquel puto anuncio viajé por media España.

Fui a sitios que no habría pisado en mi puta vida.


Pero de todas esas cartas,

de todas esas fotos palpadas con avaricia,

hubo una.


Una puta carta.

Una que me hizo coger un bus a Oviedo.

Una que lo cambió todo.


Y esa hostia, amigo mío... me gustaría que te gustase que te la contase otro día.

Con dos verbos en subjuntivo.

 
 
 

Comentarios

Obtuvo 0 de 5 estrellas.
Aún no hay calificaciones

Agrega una calificación
bottom of page