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La pedagogía de la mano abierta

Actualizado: 8 sept


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Mi primer contacto con la fotografía fue con amenaza de hostia.

Tenía cuatro años, cuatro


Habitación de mi madre.

Cajón del medio.

Escondida entre esas telas inútiles que solo las madres de los 80 acumulaban.

Una Werlissa 200 Color. Negra y gris.


La regla era simple:

el que la cogiese, se llevaba un bofetón.


Y mi madre no era de las que avisaba.

Educación de los 80.

Pedagogía de la mano abierta.

Y no de llorones mimados

en parques de bolas


Una hostia a tiempo, te hace artista.


Ni chanclas, ni panfiladas.

Directamente el guantazo.

Con ese de plural.

Dos

Plis-plas. Del derecho y del revés.

Juego de muñeca

el ping pong de nuestras viejas

Y si se te ocurría llorar, tie break

Otras dos pal desempate



Si algo no se podía coger,

NO.

SE.

PODÍA.

COGER.

Lo entendíamos.

Joder si lo entendíamos.


Pero la prohibición es un puto imán.

Y yo la cogía.

Con dos cojones.


Me jugaba dos hostiones como dos panes de Arganda.

No para hacer fotos,

que entonces la ración de hostias era doble y con postre.

Yo solo quería mirar.

Mirar por el puto visor.


Ese es un placer que solo conocemos los fotógrafos.

El mundo se para.

Las trastadas de mis hermanos,

congeladas.

En mi cabeza,

inmortalizadas.


Ojalá tuviera una puta copia en papel de lo que guardo en la mente.


El que mira por el visor no se enamora de la cámara.

Se enamora del puto poder.

El poder de ver lo que hay y excluir lo que te importa una mierda.

El poder de escoger tu puta realidad.

Y el poder de recordar, para siempre, lo que viste a través de él.


Jugándome el pescuezo, aprendí a ser un puto fantasma.

Invisibilidad aprendida

a base de pánico a la bofetada,


Es mi forma de fotografiar hoy en día.

Así que gracias, mamá, por cada pescozón.

La mejor escuela de fotografía


A los 7 años, la Comunión.

Edad cojonuda para que te engañen con un dios.

Traje de marinero,

peinado a raya

con mi hermano y mi hermana

y primera hostia consagrada


Irónico,

porque de las no consagradas ya llevaba un puto arsenal.

Y entre los regalos,

uno.

...El que importaba.


Mi abuela Juani me regaló una Werlissa.

Una puta cámara.

Para mí.


¡DIOS! ¡MIRAR SIN ESCONDERSE!


¿Sabes lo que es eso?


Es follar dos veces.

Beber en el desierto.

Quitarte la piedra de la bota

después de unos cuantos kilómetros.


La cámara era básica.

Un botón verde esperanza.

Hacía fotos. Click

Y ya está.


Lo que importa es que mirar por el visor te obliga a tener una puta opinión.

Te obliga a mirar.

Te obliga a escoger.


Y te obliga a disparar.


Así que dispara, coño.


O apártate

y deja de estorbar.




 
 
 

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