La Libertad Empieza en tus Cojones
- Miguelitor

- 25 ago
- 3 Min. de lectura
Actualizado: 26 ago

Si me conoces, sabes que siempre me la ha sudado estar guapo. Si ya lo soy, ¿pa' qué lo voy a estar?
Llevo más de quince años con los mismos putos pantalones. De esos anchos, de perroflauta. Y no es por una puta moda antisistema ni pollas en vinagre. La razón es más simple, más profunda: darle libertad a mi hueval.
Y que quede claro, no es que calce yo aquí el martillo de Thor. Pero lo que tengo, sea del tamaño que sea, es mío.
Y lo quiero libre.
No prisionero de una cárcel de tela que me recuerde a cada paso que mis pelotas le pertenecen a Levi’s. Porque sentarse con los huevos apretados es peor que una patada en cada puta rodilla.
Pim! Pam!
Sinceramente, una de dos: o los hombres estamos mal diseñados de fábrica --porque yo, si fuera Dios, pondría los huevos dentro, como los putos cocodrilos-- o el inventor de los pantalones pitillo era un sádico de mierda. Aunque, pensándolo bien, la culpa es nuestra por seguir poniéndonos esta puta tortura.
Os miro y no entiendo cómo demonios podéis estar cómodos. Así que sí. Pantalones anchos. Siempre.
¡Dale a tus huevos alegría, Macareno!
Y ya que estamos con torturas textiles, hablemos de esa otra aberración: la corbata. ¿Símbolo de profesionalismo y estatus?
¡Símbolo de mis pelotas!
No tiene ningún puto sentido ahorcarse voluntariamente a las siete de la mañana. Somos el único animal que se pone una soga al cuello para ir a buscarse el pan. Entiendo que te la pongas si te obligan para ganarte el sueldo. Pero una cosa es llevarla por obligación y otra, muy distinta, es creerte que esa mierda te hace estar cómodo.
Si piensas eso, que me den de hostias ahora mismo.
Y que nadie piense que esto va solo de cojones. Veo a mujeres quitándose en el metro esos putos tacones de aguja, con los pies sangrando, después de haber andado con la gracia de un puto Playmobil. Veo esos vestidos-corsé que te impiden respirar, que te dan menos movilidad que un esguince de rodilla.
Aunque si eres fotógrafo esto no va sólo de ropa!
Hablemos de esa otra puta soga al cuello: tu cámara.
Peña por la calle cargando con unos putos monstruos que parecen telescopios. Cámaras más grandes que un melón, con objetivos que podrían matar a un puto búfalo. Van por ahí como si fueran corresponsales de guerra en la puta Gran Vía.
¿Y sabes qué consiguen con eso?
Ser el centro de atención.
Llevan un puto cartel de neón que parpadea: "¡CUIDADO, FOTÓGRAFO HACIENDO COSAS IMPORTANTES!".
No vale pá ná
Con ese muerto colgado, no eres un fotógrafo, eres una puta atracción de feria. La gente no te ve a ti, ve tu puto equipo. Te conviertes en una amenaza, en un gilipollas.
Has roto la puta magia antes de empezar. Eres un puto elefante intentando cazar mariposas.
Cámaras pequeñas pero ideas grandes. Una puta cámara que cabe en el bolsillo de mis pantalones anchos. Una extensión de mi ojo, de mis pelotas, no un puto ancla.
Soy invisible.
Soy rápido.
La mejor cámara para la calle no es la que tiene más megapíxeles. Es la que se te olvida que llevas encima.
Y aquí va el puto consejo de fotografía que aprendes de todo esto:
LA CALLE HUELE TU MIEDO. LA CALLE DETECTA TU PUTA CARGA.
Si estás más pendiente de que los vaqueros no te dejen estéril o de que el puto teleobjetivo no le saque un ojo a una vieja, estás jodido. Tu cerebro no está en la historia, está en tu puta incomodidad, en tu puto peso. No estás cazando, estás sufriendo.
Tus fotos se convierten en un reflejo de tu estado: distantes, forzadas, autoconscientes.
Pura puta mierda hecha desde fuera.
Así que la puta lección que te llevas hoy es esta:
DESPÓJATE DE TODO LO QUE PESA. LIBERA TU CUERPO Y TU EQUIPO PARA QUE TU PUTA MIRADA PUEDA SER SALVAJE.
Porque te juro por dios que nadie, NUNCA, ha hecho una foto legendaria mientras pensaba: "Me aprietan los putos cojones y joder cómo pesa este muerto que llevo colgado".







Comentarios