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La culpa de la puta cebolla

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Yo le robé a Dios y creo que eso en parte fue lo que me hizo fotógrafo.

Te lo voy a contar mañana, hoy te presento esto


El de la foto es el carnicero de mi pueblo,

muy del medievo, sin neveras y con muchos trastos por medio

Tiene un cerdo, lo parte en seis

y sólo necesita seis clientes

Con dos cojones!

Luego te hablo de la foto, ahora de mi cena de anoche



Me he vuelto a poner a dieta


Ojalá dure más que la última vez, que empezó una mañana después de entrenar y se me olvidó a la hora de la cena, cuando mi mujer sacó de postre una tarta de limón.


Si lo sé, no me caso.

estaría más delgado


Ya te dije en una entrada anterior que soy el tipo más guapo que conozco.

Y es verdad.

Entreno y nado todos los putos días.

Pero hay algunos kilos que equivalen a una mochila de instituto y que son,

a todas luces,

culpa de mi mujer y de sus tartas de los cojones.

Porque si fuera por mí, de postre me comería dos filetes.

Cetogénico


El caso es que ayer me puse a dieta.

En serio.


A las cinco de la tarde, para cenar, me preparé una obra de arte: una ensalada para doce personas, con dos caballas enteras, un arsenal de frutos secos, algo de fruta y todos los colores típicos de la ensalada mediterránea.

Aceite y vinagre de manzana, con su madre, como debe ser.

Un puto festín de la virtud.


¡¡Pues tócate los cojones que no he dormido en toda la noche!!.


Y no ha sido por hambre, ni por haberme inflado a comer verde.

Ha sido por un sabotaje.

Un enemigo infiltrado.


No he dormido por la puta cebolla de los cojones.


Sí,


sé que ha sido la cebolla porque esta traición ya la he sufrido antes.

Es mi punto débil.

Y hoy, por fin,

he descubierto por qué.

Vamos, que se lo he preguntado a ChatGPT.


La pregunta fue simple, directa al grano: "Cebolla cruda para cenar y no poder dormir".


¡¡Y ojo lo que sabe la puta IA!!.


Resulta que la cebolla es rica en fructanos.

Y no,

aunque suene a nombre genérico para referirse a personas indeterminadas, es un carbohidrato de difícil digestión.


Es tan jodido, que el intestino delgado no tiene los cojones suficientes para descomponerlo.

Por eso, los fructanos viajan intactos hasta el intestino grueso, y ahí empieza el apocalipsis: fermentan.

Y esa fermentación, estimado lector, te provoca:


  • Unos gases que ríete tú de la Gaseosa.

  • Un estómago que se hincha como tus pelotas cuando te enfadas.

  • La capacidad de eructar como una docena de sapos

  • Esa sensación de que algo te repite. Algo no. La puta cebolla.


Por si fuera poco, la cabrona tiene compuestos de azufre que hacen que el esfínter esofágico se relaje.


¿La traducción?


Te huele la boca a minero,

como si te hubieras comido un sándwich de fango.


Y claro,

cuando te acuestas, en posición horizontal, todos esos gases tienen una autopista libre para estar dándote por el culo toda la santa noche.


Eso es, ni más ni menos, la puta cebolla por la noche.


La IA, en su infinita sabiduría, me dice que mi cuerpo no está loco, que así es como se digiere esta hija de puta.

Y me ha dado tres soluciones:

  1. Cocinarla.

  2. Comerla muchas horas antes de dormir.

  3. No comerla, con dos cojones


También me ha preguntado cuánta cantidad eché.

Y que sepas, estimado lector, que aunque la ensalada era para un batallón, la cantidad de cebolla era un puto cuarto de una unidad.


Un cuarto,

unidad de medida y no unidad del hogar


La lección aquí es brutal: el detalle más insignificante puede joderte el plan más grande. Un puto cuarto de cebolla puede sabotear una dieta entera y una noche de sueño.

La vida está llena de putas cebollas.

Ahora que has llegado hasta aquí,


¿Qué te parece la foto?. Es el carnicero de mi pueblo.

Muy medieval, no?

Tiene un cerdo, lo parte en seis

y sólo necesita seis clientes

con dos cojones

y que sepas que mañana te voy a contar cómo y cuándo robé a Dios

Gracias por leer


 
 
 

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