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La chica que era más fea que un chico


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Antes de empezar, una puta advertencia.

No soy de los que juzgan por la portada. Para mí, eres guapo si me haces reír. Si me tocas los cojones, eres feo. Punto.

Si te ofende que llame a una chica "fea", largo de aquí.

Esta historia no es para ti.


Dicho esto.

Las mentiras más grandes siempre vienen en papel bonito.


Años 90.

Éramos punkis de bordillo, calimocho, Polla Records y cigarros de la buena esencia.

Escribimos a una puta revista para ligar.

Cayeron cientos de cartas.


Y entre todas, una.

Papel bueno. Letra perfecta. Y una foto.


Joder, la foto.

Una puta diosa vintage, de esas que te imaginar pecados carnales

Me enamoré.

Punto.


Hablamos varias veces por teléfono.

La voz acompañaba.

Dulce, con ese acento asturiano que convertía mis fantasías en pecados aún más inconfesables


Así que, con dos cojones y un billete de autobús, me planté en Oviedo.

Siete putas horas de viaje. Siete.

Asiento pegajoso, olor a bocadillo ajeno y la puta certeza de que iba a conocer al amor de mi vida.

Iluso de mierda.


Llego a la estación con el cuerpo hecho mierda y el corazón a mil.

La busco entre la gente.

Y entonces, una chica me toca el hombro.


No era ella.

Ni de puta coña.


La chica que tenía delante estaba a tres mil pueblos de ser la diosa de la foto.

Era más fea que un chico

Era un frigorífico por detrás.

Y por la cara que me vio, supo que yo lo sabía.

Empezamos de puta pena.


Pero la tía tenía iniciativa, joder.

Me cogió de la mano y me arrastró a la batalla de San Mateo.

Oviedo molaba.

Sidra, chorizo y rock and roll...

La noche fue un caos glorioso que casi me hace olvidar el timo.

Casi.

Dormí solo. Nada nuevo.


A la mañana siguiente, resaca. Tampoco era nuevo.

Mi plan era simple: repetir la noche.

Sidra, fritanga y rock and roll.

Pero esta vez, joder, quería ser un nueve en el area

rematar la faena.


Ella tenía otro plan.

"Vamos a comer a casa de mis padres".


Me apetecía lo mismo que una patada en los tobillos.

Pero dije que sí. Para modales, los míos


Y entonces le conocí. Al padre.

"Se llama Aurelio", me había avisado ella.

Le ofrezco la mano.

Me la dio floja, de las manos que dan asco coger.

Sin fuerzas.

Como si fuera un pez muerto.


Corrigió el nombre.

Don Aurelio. El Don por delante.

Sentí más ese Don que la mano de mierda que me dio.


Aparece el hermano.

Aurelio también.

Fumado. ¡Vamos que si lo estaba!.

Ese sí me dio la mano como los punkis la dan

Con Cojones.

Un punto para los fumetas

Y luego la madre.

Una mujer muy guapa, de sonrisa amable.

Y con una cara que, joder, me sonaba de algo.

La había visto antes


Nos sentamos. Empieza el interrogatorio.

"¿Has comido lacón con grelos alguna vez?", me pregunta Don Aurelio.

"Sí, claro".

"Tú no has comido lacón con grelos en tu puta vida", sentencia.

Con dos cojones

Como si me hubiera visto nacer.


Saca una botella de sidra.

La escancia con la solemnidad de un puto cirujano.

"¿Has bebido sidra alguna vez?".

"Sí, muchas veces".

"Tú no has probado la sidra de verdad jamás", Me rectifica mientras sigue con el paripé de servirla desde el hombro


Nadie en la mesa decía ni pío. Llevarle la contraria a ese gilipollas era jugarte el pescuezo. La comida fue un puto monólogo de sus cojones contra mi paciencia.

Y entonces, la pregunta final. La que me reventó las pelotas.

"¿Y las avellanas de Asturias? ¿Las has probado?".


Ahí se acabó.

Le miré a los ojos.

Dejé los cubiertos.

Y le dije, despacio:

"Mire, Don Aurelio. Le voy a decir que sí, y usted me va a decir que no he probado una puta avellana en mi miserable vida. Así que nos ahorramos el paripé,

¿qué le parece a usté?.


Y me eché a reír.

A carcajadas.

Una risa de loco, de hiena.

Pensando que todos en la mesa se reirían

Mis cojones treinta y tres

Esa risa, no pintaba nada en salones asturianos.


El hermano fumado se atragantaría.

La chica fea al techo miraría.

La madre...

la madre por dentro sonreiría.


Blasfemia en la iglesia de los gilipollas.

Silencio sepulcral.


Pero la tortura no había acabado.

Faltaba el postre: el álbum familiar.

Chúpate esa, Miguel.


Y ahí, entre fotos de mierda, la vi.

LA FOTO.

La ropa de los 70.

La sonrisa perfecta.

La diosa.

...

Era su madre.

La mujer simpática que estaba sentada a la mesa.


La chica más fea que un chico me había mandado una foto de su madre de joven.


Al salir de ese infierno, se lo solté.

"La de la foto es tu madre, a mí no me la das".

Y entonces, el gen de Don Aurelio hizo erupción.

La chica más fea que un chico se convirtió en una puta fiera.

y me mandó a la mierda como solo las ladronas de fotos saben hacer


Acabé la tarde en un bar,

viendo la puta Vuelta a España, borracho con dos desconocidos.

Uno de ellos se acabó pegando con un cántabro

Peleas de vecinos

La pelea me gustó más que el lacón con grelos, la sidra y las avellanas


El fin de semana más raro de mi puta vida.


La moraleja es que si algo parece demasiado bueno para ser verdad... es que te están intentando colar una foto de su madre.


Y probablemente, el padre sea gilipollas.


Pues todo esto, también me ha hecho fotógrafo





 
 
 

1 comentario

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Invitado
10 sept
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Buena historia 😁😁😁👍

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