El Peinado De Tu Abuela Y Otros Crímenes Fotográficos.
- Miguelitor

- 26 ago
- 3 Min. de lectura

Antes de que empecemos a hablar de como me peino, o si uso champú o gel en mi breva, una cosa.
Veo que estáis llegando a mi web.
Veo que comentáis, que compartís. ¡Gracias!
Y que quede claro para los nuevos lectores y para los que ya habéis leído alguna de mis historias
Yo soy fotógrafo pero no escribo sobre fotografía.
Yo cuento las historias que me enseñaron a ver. La foto que pongo al lado es la puta prueba de que no miento. Mi pasión es la fotografía, sí, pero el texto... el texto es la lección.
Gracias por estar ahí, chavalas.
Ahora, a lo que hemos venido.
Fui un puto visionario de la alopecia. Un pionero.
El puto número uno en la parrilla de salida hacia el desierto capilar. A mí el pelo se me empezó a caer antes de tener barba y justo después de que la maleza empezara a asomar por la zona inguinal.
Bromas del destino
Y aunque al principio me jodía como un demonio,
he de decir que perder hasta el último puto pelo que tenía... fue otra de las putas cosas que me hizo ser fotógrafo.
Con dos cojones
Yo ya me olía el percal. Veía desertores en la almohada cada mañana. Pero la hostia de realidad venía en el vestuario, después de sudar como un cerdo jugando al fútbol. Me miraba al espejo y en mi cabeza había más entradas que en un puto concierto de Rosendo.
Aunque la puntilla, el tiro de gracia, no me lo dio un espejo. Me lo dio ella. Una tía que me gustaba más que los Petit Suis.
¡Saludos, guapa!
Me miró fijamente, con esa crueldad que solo tienen los verdugos, y soltó la puta sentencia:
"Creo que te vas a quedar calvo".
Jaque mate.
Jódete Miguel.
Y sí, soy calvo.
Y a día de hoy, me la suda a niveles estratosféricos.
Pero que me la sude no significa que me vaya a reír si vienes a hacerte el gracioso con mi calva. Y no porque me ofendas, puto genio. Es porque me insulta tu puta falta de creatividad.
Hacer un chiste de calvos es el recurso del mediocre. Del que no tiene nada mejor en la puta cabeza. Es como hacer una foto de una puesta de sol. No seas ese tío. Piensa un poco, joder. No me hagas perder el tiempo con tu mediocridad.
Te voy a decir una cosa: tener menos pelo que el codo de un albañil también ayudó a que fuera fotógrafo.
El saber que vas a pasar más tiempo de tu vida sin pelo que con él te obliga a mirar hacia fuera. Te condena a fijarte en los demás. Y no sé por qué cojones hablo en pasado, porque lo sigo haciendo cada puto día.
Me fijo en el pelo de todo el mundo. Es una puta obsesión.
Analizo los pelos bonitos, los feos, los largos y los cortos.
Diagnostico a los que en breve se van a peinar como yo, aunque lo escondan con cuatro pelos mal puestos. Yo también estuve ahí.
Ficho a los que tienen una buena mata, a los rizados, a los de la raya al lado y, sobre todo, a los que todavía se peinan como les peinaba su bendita abuela.
Y que quede claro: prefiero ser calvo tres mil putas vidas antes que llevar ese peinado de niño bueno que te hacía tu abuela, por mucho que se diga que más vale tener que desear
Ser calvo te obliga a observar.
Te obliga a comparar.
Te obliga a desear.
Te obliga a juzgar, joder.
A juzgar cada puta cabeza que se cruza en tu camino.
Y eso, amigo mío,
ese entrenamiento diario en la observación, el deseo y el juicio... es oro puro si lo aplicas a la fotografía. Te enseña a dejar de mirar la superficie y a empezar a cazar la puta verdad que hay debajo de cada peinado de mierda.
Yo convertí mi puto desierto capilar en mi mejor objetivo. En mi arma secreta.
Ahora te toca a ti.
Deja de lloriquear por tus mierdas y empieza a usarlas.







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