CáLLESE SEÑORA

Tengo un muy buen amigo de mi edad.

El tipo es una mezcla rara:

serio como un funeral,

y gracioso como un pedo en misa.

Algo así como darte una guantá para darte los buenos días.

Y aunque tiene 49, aparenta veinte más.

Por lo menos.

Si conservarse bien fuera un deporte olímpico,

él sería del público.

Sentado.

Con cerveza.

Ayer hablé con él por teléfono.

Es muy buen amigo; hablamos cada dos semanas.

Él en España, yo en Hong Kong,

pero los kilómetros no pueden con una buena amistad

ni con un buen chismorreo.

Brindo por él.

Me dijo que no es que se sienta viejo.

Es que ya lo es.

Sin filtros.

Hace poco salió con su madre a dar un paseo.

Ella agarrada de su brazo,

como si él fuese un caballero español del siglo XVI.

Muy bonito todo.

Total, que se cruzaron con varias personas,

y días después, una de ellas vio a la madre

y le suelta:

—Oye, qué guapa y joven estás.

Pero tu marido… está muy desmejorado, ¿eh?

Ha envejecido un montón.

Ole tu coño, señora.

Ole tu sinceridad gratuita.

La madre no entendió un carajo al principio,

hasta que cayó en que el “marido” era su hijo.

Mi colega.

El que tiene 49 pero aparenta 69 bien vividos.

Ella se llenó de orgullo, claro.

No sé qué edad tiene la señora,

pero si él tiene 49…

échale más arroz a la paella.

Cuando se lo contó a mi amigo,

él no sabía si partirse de risa

o tirarse por un balcón.

No solo lo habían confundido con el padre,

sino que encima lo habían visto viejo de cojones.

Con dos ovarios bien puestos.

Muchas veces es mejor callarse, señora.

Por salud pública.

Mi amigo se lo tomó con humor.

Él ya sabe que físicamente compite en tercera regional,

mientras Jesús Vázquez juega en Champions League.

Pero aun así, algo le picó.

Porque vamos a cumplir 50,

y aunque por dentro somos unos chavales…

por fuera ya vamos pidiendo asiento en el autobús.

La vida es así:

nos creemos jóvenes

y la gente nos confunde con los padres.

Y lo peor es que…

tienen razón.