Crónica de un despido a lo Alfred Hitchcock.
- Miguelitor

- 23 ago
- 4 Min. de lectura

Mi vida laboral es más extensa que la tesis de un médico.
No sé de ná una mierda, pero he currado en todo.
Y aunque algún curro fue decente, la mayoría eran una puta mierda.
¡Haber estudiado!
Hoy te cuento la historia de mis tres horas como esclavo de la prensa.
Otro de esos chollos donde te la meten doblada en el contrato y te escupen en el sueldo. Aunque no creas que sé si engañaban mucho,
porque a las tres putas horas, el que suscribe se piró a su santa casa.
¡Con dos cojones!
Estaba jodido. Con el agua al cuello.
Sin un puto duro y la desesperación apretaba.
Se había acabado el trabajo con Budweiser y, aunque me ofrecieron un chollo de animador turístico en la costa, empecé una relación.
ya sabes,
el amor.
El trabajo duró tres horas, que es lo que te voy a contar
La relación, veinte minutos más, que nunca te contaré
Y me quedé sin la costa,
solterito y sin un puto duro.
Un plan sin fisuras.
En esa espiral de mierda, encontré un trabajo de mierda.
Y que no haya confusiones: cuando digo puta mierda, es que era una PUTA MIERDA.
Un trabajo digno, por supuesto.
Todo trabajo es digno.
Pero también era una puta mierda.
Y las dos cosas pueden ser verdad a la vez.
O quizá no era tan malo, pero el que mandaba ahí era un tonto a las tres.
Un déspota de manual, de esos que van a currar para coleccionar enemigos. Desde aquí le mando un saludo a ese imbécil. Espero que esté leyendo esto, aunque dudo de su amor por las letras por muchos periódicos que tocase al día
Empresa de trabajo temporal,
Adecco, en un polígono de Getafe.
El curro: preparar la puta prensa para el sur de Madrid.
De noche, para joder más.
Un caos de cojones.
Montañas de periódicos
Alguien tenía que hacerlo.
Un trabajo digno, como he dicho.
Llego a las diez, pregunto por el encargado y un chaval me señala a un pavo.
Me acerco y me presento.
Si me conoces, sabes que soy simpático. Lo soy
Pero la simpatía tiene un puto interruptor. Y se apaga en cuanto un gilipollas me toca los pelotas.
Defectos de fábrica.
Le digo que vengo de Adecco, que es mi primer día y que estoy más perdido que en Tokio
El tipo me mira con un asco que se podía tocar.
y con voz de carajillo y tabaco negro, me dice:
"De momento, te callas".
Toma ya. Me callé.
Pero no por obediencia.
que no soy de tales contestaciones obedecer
Me callé para apuntar su puta cara en mi lista negra mental.
Me ponen con un chaval a preparar… no sé, vamos a llamarle El País, por ponerle un puto nombre.
Y digamos, de forma totalmente aleatoria, que era un jueves y esa mierda de periódico venía con un suplemento, un regalo o con la receta del sandwich mixto.
Otros preparaban El Mundo y más mierdas.
Papeles por todos los putos lados. El almacén era un campo de batalla.
Panfletolandia.
Al grano.
Mira por dónde, en medio de ese puto caos, ahí estaba yo, metiendo en El País un panfleto que iba para El Mundo, o para yo que sé,
vete tú a saber.
Con dos cojones.
Y que sepas, estimado lector: cada vez que me acuerdo, me parto la caja.
Hubiera sido gracioso el comprar un periódico con el premio de otro.
¡El rey del marketing!
Cocacola, Fíchenme
...Cuando el de los carajillos se enteró...
Vino a por mí, a grito pelao.
Me echó una bronca tan hija de puta que estuve a un puto milímetro de enrollar el periódico como hacen en San Fermín para darle en la boca.
Pero no, no lo hice.
Me sé contener, ya ves tú qué cosas.
Hice algo mucho mejor.
Cogí todos los putos panfletos que tenía en la mano.
Y los lancé al aire.
Una puta lluvia de ofertas del Lidl sobre su puta cabeza.
Como en el "Precio Justo" cuando llovía dinero
Y luego otro paquete. A volarrr!
Me di la vuelta.
Y me fui a mi puta casa a dormir.
Sin decir ni una palabra. Como Alfred Hitchcock en sus películas
Con dos cojones
Dos semanas después, fui a Adecco a cobrar.
Y por algún puto error divino,
o quizá como premio del gilipollas de los carajillos (que no lo creo), me pagaron dos semanas enteras. Hasta el mismo día que fui a cobrar.
Me callé la puta boca.
Porque no soy tan honrado. Conste por si te vas a fiar de mí
La honradez la destino para los que respetan.
Para los demás, tengo justicia poética.
Las voces y las faltas de respeto de un capullo valen, como mínimo, dos semanas de sueldo. Y punto.
Si lo llego a saber, voy a final de año.
Quizá me hubieran pagado la temporada, como a los futbolistas.
Pues estas tres horas en este trabajo de mierda,
El tipo con voz de carajillo y tabaco negro
y la lluvias de oferta del Lidl volando por un almacén.
También es otra lección de fotografía.
Solo tienes que imaginar la escena.
Gracias por leer







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