Cada vez que Disparas, Estás de Luto. Y no lo Sabías.
- Miguelitor

- 31 jul
- 2 Min. de lectura
Levantas la cámara. Encuadras. Enfocas esa sonrisa, esa luz perfecta, esa mirada fugaz entre dos extraños. Y entonces, el sonido.
Clic.
Creemos que ese sonido es una victoria.
El sonido de la captura.
El sonido de haberle ganado una puta batalla al tiempo.
Es justo lo contrario, joder.

Ese clic es el sonido de la guillotina.
Es el hacha que cae y separa para siempre el "ahora" del "ya fue".
En el puto instante en que aprietas el botón, asesinas el presente. Lo conviertes en un fantasma.
Tomar una foto es el acto de aceptar, con una brutal honestidad, que el momento va a desaparecer.
Tu Disco Duro es un Jodido Cementerio
Piénsalo. ¿Qué es tu archivo fotográfico? ¿Qué son esos terabytes de imágenes que guardas como un puto dragón?
No es una colección de vida. Es un mausoleo. Un cementerio hermoso y ordenado de momentos que nunca, jamás, volverán.
Cada foto es una lápida. Una inscripción que dice: "Aquí yació una fracción de segundo. Fue bella. Y está muerta".
No estás guardando el momento. Estás guardando la prueba irrefutable de su pérdida. La foto no es el recuerdo; es la puta cicatriz que te dejó el recuerdo al pasar.
Cada disparo es un reconocimiento de la impermanencia. Es nuestro intento desesperado y jodidamente humano de agarrar un puñado de agua sabiendo que se nos escurrirá entre los dedos.
Y aun así, lo hacemos. Una y otra vez.
La Belleza de la Herida
¿Y sabes qué es lo más jodido y lo más hermoso de todo esto?
Que precisamente ahí reside la puta magia.
Porque cuando entiendes que estás a punto de perder algo para siempre, lo miras de otra manera. Lo miras con una intensidad desesperada. Con un amor y una atención que no le darías si pensaras que va a estar ahí eternamente.
La cámara te obliga a ser un testigo consciente de la muerte del instante. Te obliga a decirle adiós. Y en ese adiós, en ese último vistazo antes del clic, es donde encuentras la verdadera conexión. Es un "te veo" tan profundo que duele. Es el reconocimiento de que la vida no es una posesión, es una pérdida constante y jodidamente hermosa.
Así que la próxima vez que salgas a la calle, no pienses que vas a cazar momentos.
Vas a oficiar funerales.
Pequeños y gloriosos funerales de un segundo.
Siente el peso de esa pérdida en cada disparo. Siente la belleza trágica de estar despidiéndote de algo en el mismo instante en que lo descubres. Tu fotografía no será mejor por la técnica que uses, sino por la profundidad con la que entiendas esta puta verdad.
Si entiendes de qué coño hablo, si sientes el peso de este luto glorioso cada vez que disparas, te veo en la comunidad. Allí compartimos nuestras hermosas cicatrices.
A celebrar la pérdida, cojones.







Comentarios