Todo empezó por mi madre
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Todo empezó por mi madre


el autorretrato en la fotografía callejera
el autorretrato en la fotografía callejera

En uno de mis viajes a España y ya siendo fotógrafo le enseñé unas cuantas de mis fotos, momentos (algunos graciosos) captados en diferentes países, yo esperaba la palmadita en la espalda, el reconocimiento de haberme metido en charcos donde no me llamaban y haber inmortalizado momentos que de otra forma se hubieran perdido, pero no, después de no más de diez fotos mi señora madre me pregunta... ¿Y tú, no sales en ninguna?


- Yo soy el fotógrafo, no puedo estar en todo, o metes goles o eres el portero, le dije

- Pues muy bien, tienes unas fotos muy bonitas - Me dijo y ahí se acabó su interés en la fotografía



el autorretrato en la fotografía callejera
el autorretrato en la fotografía callejera

Está claro que mi madre me quiere tanto como a ti la tuya, quizá un pelín más o quizá un pelín menos pero en cualquiera de las maneras es un montón y eso es mucho amor.


Que a mi señora madre se la trae al pairo la fotografía es una verdad tan grande como Canadá es de grande, le da tanto igual la fotografía como el sistema de tributación de las Islas Feroes o la edad de voto de Mozambique o si las jirafas son fieles; mi madre, como la tuya y como quizá nosotros quiere lo mejor para todo el mundo pero hay cosas que se la sudan pero bien sudada y en el caso de la que a mí me parió es la fotografía.


Quise esa palmadita en la espalda, para que te voy a engañar; No me gusto que me dijera que mis fotos son bonitas, ¡Cojones, mis fotos no son bonitas, son interesantes! (me gusta que me digan eso, lo siento)Pero aprendí una cosa, a autorretratarme, como Velázquez, con dos cojones.


el autorretrato en la fotografía callejera
el autorretrato en la fotografía callejera


Gracias a mi madre empecé con los autorretratos en la calle. El autorretrato en la calle gusta, hace que participes en la escena descaradamente como Velázquez y El Greco en su obras Las Meninas y El entierro del Conde de Orgaz, con dos cojones, o como Alfred Hitchcock salía en sus pelis, sin decir esta boca es mía pero dándose cuenta de todo. Lo mismo puedes hacer tú, sal en alguna de tus fotografías, participa en la escena, sé testigo número uno del momento, autorretrátate, como Velázquez, con dos cojones.





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