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Autobús 66


No es la primera vez que hago esta ruta en autobús y tampoco será la última, llevo yendo hacia Stanley 7 años y lo hago al menos una vez por semana. Desde que abrieron la línea de metro del parque Ocean Park me es mucho más fácil o digamos cómodo el ir hacia allá, ya que desde ahí cualquier autobús (con diferente origen) acaban el mismo destino, el mío. Hong Kong mola, estos autobuses pasan cada 3 o 4 minutos.

Es la vuelta la que más me preocupa, ahora esos autobuses tiene el mismo origen pero no el mismo destino y lo que eran 3 o 4 minutos de espera se traduce en 20 minutos, muy cerca de la carretera donde pasan SanMartineros (Dícese de la gente del pueblo de al lado de Ciempozuelos a lo que les gusta correr con el coche mientras ponen música de gasolinera) jugándose el pescuezo y haciendo que uno, quien escribe en este caso, se juegue el suyo. Hong Kong mola sólo de ida.




Si tengo suerte y pasa el autobús que quiero, todo bien, pero como el primero que pase sea el número 66, yo, Miguel Marina, de llegar vivo a mi destino, lo celebro como un futbolista cuando mete el gol de la victoria, no es para menos y es que por sólo 6.7 Dólares de Hong Kong (unos 70 céntimos de Euro) pasas más miedo que en Palestina. La adrenalina sale barata, ríete tú de los viajes que el LSD te da.


La callecita (que es montaña y carretera) de los cojones se llama Stubbs Road si vas para abajo y Repulse Bay Road si vas subiendo, tiene dos nombre para facilitar la orientación al juez encargado de levantamiento de cadáveres en caso de ostión, y ambas calles, que son carreteras y montañas tienen tantas curvas como en tus sueños húmedos. He de decir que me da igual palmarla de subida que de bajada y que las mismas probabilidades hay, un 50%, o la palmas o no.


El autobús 66 es como casi todos los autobuses de Hong Kong, de dos plantas y conducidos por Sanmartineros, la única diferencia son los gritos y rezos en distintos idiomas, ya que es verdad, y todo hay que decirlo, es un transporte muy multicultural.


No sé como se dice ¡Frena cabrón! en Iraní, pero lo escucho cada lunes después de mi clase de español, o Padre Nuestro que estás en el cielo en Indonesio pero lo reconocería una vez vaya a misa en Bali, te lo juro.


Yo también chillo, con acento de ultrasur que es el mío, me cago en los 100 mil padres posibles que tenga el conductor y en los 200 mil del ingeniero que tuvo la idea del trayecto, juro, perjuro, alguna madre sale a relucir, también la mía, al ritmo de ¡ay mi madre!, mamaíta, mamaíta te quiero mucho ... aunque he de decir que la madre que más sale de mi boca es la señora madre, sin culpa, (he de reconocer) del Sanmartinero con ojos achinados. La pongo fina mientras iraníes e indonesios entre otros intentan averiguar de dónde proviene mi lengua de jotas aspiradas y erres muy fuertemente pronunciadas.



Durante la clase de español que dí antes de coger el ya mencionado autobús 66 ya estaba pensando en cómo actuar, me daba miedo pensar que fuera esa línea la que viniese y no cualquier otro que me dejase en el metro, pero me prometí que si venía el 66 tendría que intentar hacer fotos del miedo que paso, quizá así el viaje (de llegar) se e hiciese más ameno y la muerte (de venir) me pillase con mi cámara en la mano, morir haciendo lo que te gusta Equilicuá, el autobús llegó y yo no morí, fotografié el miedo y lo celebré con dos pintas de cerveza, una para mí y otra para desperdiciar, como en la fórmula 1.


Por cierto, ¿has visto mi serie llamada Pesadillas? La primera foto de este post ya pertenece a este mini trabajo y lo p uedes ver aquí https://www.miguelitor.net/pesadillas

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